domingo, 28 de abril de 2024

Los botines del siglo XIX

 "Ningún jugador puede usar clavos salientes o placas de hierro en los talones o las plantas de sus zapatos o botas"

Escrita en 1845, esta fue la primera ley relacionada con los botines de rugby. La regla anterior tenía que ver con el “hacking-over” que era una patada en la parte inferior de las piernas que consistía en hacer tropezar a un jugador contrario (zancadilla), una acción muy común en los orígenes de rugby football o el football association. La RFU prohibió tal práctica cuando se formó en 1871.

Inicialmente, las botas tendían a ser las que los jugadores usaban para la vida cotidiana o el ocio. Los estudiantes y los caballeros profesionales usaban botas para caminar y botines para jugar, mientras que un trabajador usaba las mismas botas para trabajar que para jugar al rugby.

Además de las botas de trabajo, los primeros jugadores también utilizaron botas de senderismo modificadas. Para optimizar la tracción se le colocaban unas barras clavadas en la suela que mejoraban la adherencia al terreno mojado.

Los empresarios victorianos vieron aquí un nicho comercial a finales del siglo XIX y comenzaron a proliferar los fabricantes y proveedores de equipos deportivos. En Inglaterra eran Bryan's, Gamages, Watson's y Lillywhites y en Argentina eran Gath & Chaves y George McHardy. Aquí, los botines Cert eran los más requeridos.

En Buenos Aires, los nombres de estos comercios adornaban las páginas de The Standard o de Sport and Pastime en cuyas publicaciones anunciaban sus productos. Los botines que se vendían en este momento mostraban poca diferencia con las botas de trabajo, eran de “media caña” y robustos, algunos usaban tapones de cuero y otros las barras transversales, para lograr mayor tracción en el campo de juego.

Incluso se sabía que los hombres añadían metal adicional a las botas para hacerlas más agresivas.

Los trabajadores del sistema de transporte eran conocidos como 'Navvies' y, por lo tanto, sus botines también fueron apodados como 'Navvies'.

Después de jugar en un campo embarrado, los botines debían lavarse, secarse y dejarse durante la noche con papel de periódico relleno para extraer la humedad y mantener la forma. Luego, el propietario lo frotaba con grasa vacuna, que era un tratamiento para revivir el cuero. Los cordones también se debían reemplazar regularmente, ya que éstos se hacían a base de algodón que se pudría rápidamente.

Desde 1889, las leyes incluían la declaración de que "Nadie que use clavos salientes o placas de hierro en alguna parte de sus botines podrá jugar en un partido". En 1910, "Si se usan tapones, deben ser cilíndricos, no menos de 3/4 de pulgada de diámetro y de cualquier longitud que no exceda la mitad del diámetro y deben estar sujetos con cuatro clavos".

Este tipo de botín se usaba alrededor de fines del siglo XIX, los tapones de cuero estaban clavados individualmente.

En esta foto de 1902 se pueden apreciar los botines de dos jugadores del Buenos Ayres Football Club, el de la izquierda es Oswald St. John Gebbie

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Investigó: Rubén Ayala (director del Centro de Estudios en Historia del Rugby)

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