John Edward Raphael. Imagen de un deportista total
Rugby con Historia
lunes, 26 de mayo de 2025
John Edward “Jack” Raphael
jueves, 8 de mayo de 2025
Barry H. "Fairy" Heatlie
PIONEERS DEL RUGBY-FOOTBALL EN ARGENTINA
Barry H. “Fairy” Heatlie: el gigante sudafricano que sembró rugby en tierra argentina
Corría el año 1905 cuando un hombre alto, fornido y de
andar decidido desembarcaba en Buenos Aires. Venía del otro lado del mundo,
cargando en sus hombros el temple de los Springboks y una pasión que lo había
forjado en los campos de juego de Ciudad del Cabo. Su nombre era Barry H.
Heatlie, aunque todos —amigos, rivales y pupilos— pronto aprenderían a llamarlo
“Fairy”.
No era un apodo que reflejara liviandad, sino leyenda: Fairy Heatlie era una figura reverencial del rugby sudafricano, capitán de su seleccionado y símbolo de entrega. En Argentina encontró no sólo una nueva vida, sino una causa: transmitir la esencia de un deporte que por entonces recién comenzaba a echar raíces en el país. Lo hizo con la misma convicción con la que había enfrentado a los Lions de frente, con clase, y sin bajar nunca la cabeza.
Jugó para Sudáfrica contra los británicos en 1891, 1896 y 1903, seis veces en total, y en los dos partidos en los que fue capitán, Sudáfrica ganó. Fue el quinto capitán de los Springboks en 1903 y también quien eligió los colores verde mirto y oro de la camiseta (los colores de su club de origen, el Old Diocesans) para el tercer test vs British Lions. Para muchos fue el mejor capitán que jamás haya dirigido un equipo de los Springboks.
En Argentina jugó para Lomas Athletic, Buenos Aires Football Club y para Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires y también integró varios seleccionados que enfrentaron a los británicos que nos visitaron con motivo del Centenario en 1910.
Así comenzaba el legado de un pionero que, sin proponérselo, se convertiría en uno de los padres fundadores del rugby argentino.
NIÑEZ Y ADOLESCENCIA
Nació en la granja Glen Heatlie cerca de Worcester, en el Cabo Occidental (Sudáfrica) el 25 de abril de 1872. Uno de trece hijos, once varones y dos mujeres. Todos los hermanos eran deportistas talentosos y siete de ellos dejaron su huella en diferentes campos. Dos, Charles y Sydney fueron elegidos para jugar rugby en Sudáfrica junto a Barry. Charles en 1891 y Sydney doce años después, en 1903, desafortunadamente ambos se vieron obligados a retirarse antes de sus partidos debido a una lesión y no fueron seleccionados nuevamente. Barry fue mucho más afortunado, ya que su carrera se extendió desde 1888 hasta 1915.
Fue enviado al Diocesan College (más conocido como “Bishops”) a la edad de dieciséis años donde, por primera vez, manipuló una pelota de rugby. En aquel colegio localizado en Rondebosch, de Ciudad del Cabo, Barry Heatlie aprendió rugby con dos famosos miembros del Villagers Club, H.H. Castens y Alf Richards.
Al cabo de un año, no solo había llegado al primer equipo de la escuela, sino que también había debutado como colegial en el equipo provincial de Western Province contra Griqualand West en un partido que se jugó en Rondebosch Common.
Heatlie era un hombre corpulento, medía 1,88 metros, tenía hombros anchos y pesaba alrededor de 95 kilos. Para la época fue el mejor delantero que hubo producido Sudáfrica.
SOBRESALIENTE EN EL PLANO INTERNACIONAL
En 1891, a la edad de diecinueve años y cuatro meses, fue seleccionado para jugar por Sudáfrica el segundo test contra los British Lions. Este sigue siendo el récord del delantero más joven seleccionado para representar a este país. Incluso en aquellos primeros días. Físicamente era mucho más grande que sus contemporáneos, se confirma por el hecho de que en el primer equipo de gira en 1906/7, quince años después del debut de Barry Heatlie, no había ningún jugador de más de 90 kg y sólo un jugador de la misma altura, siendo el resto más pequeños.
domingo, 23 de marzo de 2025
1911: Gimnasia y Esgrima, primer campeón criollo
Imaginemos, por un momento, un Buenos Aires de principios del siglo XX, donde el rugby era todavía un juego de nombres extranjeros, un deporte que resonaba con acentos británicos y se jugaba en campos que parecían prestados de otro mundo.
Podría decirse que todo estaba escrito, que aquella primavera de 1911 no era más que la consecuencia inevitable de lo que había empezado a gestarse en 1908, cuando Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires se metió en la historia de la The River Plate Rugby Union como quien se adentra en un territorio hasta entonces reservado a otros. Podría decirse, también, que los campeonatos de ascenso de 1909 y 1910 era solo un aviso, un presagio, como esos momentos en los que la pelota se proyecta en un pase perfecto y uno sabe, sin necesidad de mirar, que va a caer en las manos justas.
Y entonces la final. Buenos Aires Football Club enfrente, la misma institución que había dominado el juego hasta entonces, como un monarca que no espera ser destronado. Pero el destino tenía otros planes, y la tarde del partido fue toda celeste y blanco. Catorce a cero. Una diferencia que no dejaba dudas, un resultado que no solo hablaba de un triunfo sino de una nueva era. Por primera vez, un club criollo alcanzaba el campeonato de Primera, y la ciudad, que ya había aprendido a latir con la música del fútbol, ahora descubría el ritmo nuevo, vibrante, áspero del rugby hecho victoria.
En este artículo, repasamos el camino de Gimnasia y Esgrima hacia la gloria, los jugadores que hicieron historia y el impacto de este triunfo en el desarrollo del rugby nacional.
Hagamos un poco de historia
Fundado por un grupo de jóvenes, inicialmente bajo el nombre de Club Cosmopolita de Gimnasia y Esgrima, fue pergeñado en la Confitería del Águila de Florida y Cangallo en la ciudad de Buenos Aires el 8 de octubre de 1880 y su fundación fue establecida el 11 de noviembre de 1880. Tres años después, en 1883, el club cambió su nombre por el de Club de Gimnasia y Esgrima.
Bajo la presidencia de Ricardo Aldao, fue afiliado a la The River Plate Rugby Union en 1908 en los albores del rugby argentino, Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires se destacó como uno de los clubes criollos y pioneros en la consolidación de este deporte en el país.
No fue por casualidad
Como se señaló al inicio, “GEBA”, tal es su acrónimo, había logrado el campeonato de segunda de 1909 y de 1910, así como la Copa Competencia de Segunda de 1910 y posterior al campeonato de 1911 la Copa Competencia de Primera de 1911 siendo el primer club no fundador de la The River Plate Rugby Union en consagrarse campeón de Primera División en los años 1911 y 1912. Estos títulos no solo marcaron un logro deportivo para la institución, sino que también reflejó el crecimiento y la competitividad del rugby “criollo” de Buenos Aires en aquella época.
1910: La Copa Competencia de Segunda División
Arriban a la final Gimnasia y Esgrima y Columbian F.C., ambos equipos ya se habían enfrentado en varias oportunidades. Esta vez el partido se jugó el Domingo 25 de septiembre en la cancha ubicada en Santos Lugares. Ganó Gimnasia y Esgrima 11 a 0, logrando dos tries y un goal, fue el primer campeón de esta copa. El referee del partido fue Pedro Groppo.
Tabla de posiciones al finalizar la etapa clasificatoria
La semi final
Luego de la ronda clasificatoria, Gimnasia y Esgrima había alcanzado, invicto, la condición de finalista y esperaba el desenlace entre los semifinalistas: Buenos Aires F.C. y el Rosario Athletic, que decretaría a su rival. Para definir esta instancia se necesitaron tres partidos de desempate, ya que el primero lo ganó Rosario y el segundo lo ganó Buenos Aires.
En efecto, el primero de esos partidos se jugó el jueves 10 de setiembre en Rosario. El encuentro comenzó a las 14:45 h y fue controlado por el referee Barry Heatlie. El equipo local, valiéndose de un interesante pack de forwards conducido por A. Pank, presionó duramente a su rival y con esos recursos le alcanzó para alzarse con la victoria por 6 a 3.
La revancha se disputó en Buenos Aires, en cancha de Sáenz Peña, con el referato de John Strachur Campbell. En este segundo encuentro se impuso el team porteño por 11 a 6. Aquí los backs de Rosario Athletic mostraron una pobre exhibición a excepción de Duke, su full-back. En "Biei", Oswald St. John Gebbie y Charles Trevor Mold fueron, como siempre, los mejores. En una de las puntas del local, Ibbotson realizó un despliegue notable y entre los delanteros se destacaron Wenceslao Paunero y J. Tracy. Con este resultado había que disputar el desempate en campo neutral.
Así las cosas, hubo que jugar un tercer partido para lo cual se eligió la cancha de Lomas. Fue un encuentro que favoreció ampliamente a Buenos Aires por 14 a 0 y lo proyectó para disputar la final con Gimnasia y Esgrima. A pesar del contundente resultado, el cronista de The Standard no pudo abstenerse de hacer comentarios desfavorables sobre el referato de Mr. Campbell debido a su vacilación en la utilización del silbato.
jueves, 26 de diciembre de 2024
Las tiendas de artículos deportivos del Buenos Aires de 1900
El deporte, como idea, como sistema de reglas que se organizan y ejecutan en una coreografía de músculos y sudor, no es sino un producto del siglo XIX, de esa extraña mezcla de tiempo y espacio que fue la modernidad. En los contornos neblinosos de la Inglaterra victoriana, donde el reloj parece tener una paciencia infinita para hacer crecer los movimientos de la sociedad, el deporte se gestó y, como un niño travieso, comenzó a correr por los campos de fútbol y las canchas de rugby, tan nuevas como el aire fresco que se respiraba en esos días.
Pero, claro, el contagio no tardó en cruzar océanos. En América del Sur, esa extraña tierra que se desenvuelve en una danza de culturas, el fervor británico, con su singular pedantería, depositó en el suelo argentino las semillas de lo que se conocería más tarde como una afición global.
En Buenos Aires, de algún modo misterioso, el Buenos Ayres Football Club se convirtió en la cuna del caos ordenado, una suerte de híbrido entre el fútbol y el rugby, entre el sueño y la práctica. El grito de “¡Ingleses locos!” reverberaba en el aire y provocaba, no sin cierto desdén, el entusiasmo de aquellos jóvenes que buscaban algo más que una rutina diaria.
Pero en esas tierras, los instrumentos de este nuevo juego eran auténticas rarezas, como objetos caídos de una estrella. No había en el suelo argentino el eco de una pelota perfecta. Lo que había eran importaciones, maravillas traídas de las islas que mantenían ese aire distante y casi sobrenatural. Los dueños, viajeros o comerciantes de paso, cargaban consigo esos misteriosos instrumentos que prometían transformar el paisaje lúdico hasta organizarse en tiendas que abastecían las necesidades de cada deporte.
Uno de los que recorrió el periplo desde importador hasta comerciante fue George McHardy.
La tienda de George McHardy en Buenos Aires
George McHardy fue un destacado comerciante y empresario escocés que abrió una tienda de artículos deportivos en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Su tienda, en pleno microcentro, se convirtió en un punto de referencia para los entusiastas del deporte, ofreciendo una amplia gama de productos relacionados con el fútbol, rugby, cricket y otros deportes que estaban en auge en la Argentina en ese momento.
La historia de esta firma es muy singular ya que George McHardy llegó a nuestro país en el año 1886, contratado por la familia Pereira Iraola para administrar una de sus estancias, tarea en la que McHardy tenía suficiente experiencia. Luego de varios años en Argentina, George regresó a su Escocia natal. Allí se casó y, más tarde, retornó a la Argentina contratado por el Buenos Aires Lawn Tennis. En el viaje de regreso McHardy trajo de Inglaterra artículos deportivos los que vendió a los socios del Buenos Aires desde su local ubicado en Ayacucho 1735. En la página 2 del Nº 300 del semanario River Plate Sport & Pastime de fecha 3 de abril de 1897, aparece por primera vez una publicidad de George McHardy.